lunes, 23 de mayo de 2011

ORIGENES DE LA UNIVERSIDAD: PARTE I



*Lcdo. Marcelo Almeida Pástor Mgs.

De acuerdo con la cultura occidental, históricamente a nuestra América le sobrevino un proceso que le cambió en todos los órdenes el rumbo de su vida y de su desarrollo original. Tal comunicación alteró la personalidad continental y condujo a sus pueblos a recorrer por diferentes rumbos y senderos. Lenta e inexorablemente una mentalidad ajena se apoderó de la cosmovisión americana, el encantamiento por lo nuevo guardó el rostro joven de quienes se vieron comunicados en lenguajes diferentes con extrañas y lejanas metrópolis, cuyos orígenes principalmente fueron el mundo hispano, anglosajón y lusitano.

En el dilema entre el régimen recién llegado y nuestros ancestros, hemos caminado lustros y centurias. Quizá estemos muy lejos del origen y del natural desarrollo en el que debimos estar, o quizá no tanto; pero dondequiera y en cada momento, siempre a cuestas hemos germinado utopías, angustias y esperanzas. De lo que vino a América entre lo injusto, lo necesario o lo justo, aparecieron los idiomas, las formas de comunicación, las llamadas civilizaciones, las costumbres, los regímenes, los representantes y los enviados de las cortes, los tribunales de indias, … Todo y todos imponían la homogenización y el sometimiento para administrar en ultramar sus “reservas” y recientes anexiones.

Este llamado “encuentro” dispuso modelos, paradigmas, sistemas de pensamiento, de organización económico – social nuevos y extraños. Este nuevo mundo consintió al americano, la ampliación de sus cavilaciones e indagaciones.

El “puente” permitió transitar a uno de los pilares poderes más importantes del intelecto humano. Aquella institución, cuyo establecimiento formal los investigadores dan cuenta desde el siglo XII; aquella creación que teniendo como cuna a Europa, hizo trascender al hombre en su relación con el medio; aquella corporación que agudizó la sed insaciable de los conocimientos; aquella que se convirtió en el vehículo de las ciencias y las artes, aquella entidad que cruzó el puente y que vino a América, se llamó UNIVERSIDAD.

Europa arrulló el nacimiento del pensamiento universitario, pero también el proceso de institucionalización del Estado con su correspondiente fisonomía política, económica, social y jurídica. El estado valoró a la Universidad como un elemento de la afirmación de su poder, se aprovechó de ella de la manera que le fue posible, pero la fue modelando de acuerdo a los intereses y requerimientos económico-ideológicos de la época. Al examinar los siglos XV y XVII se pueden ver tres vertientes principales: universidad alemana identificada como investigadora, universidad inglesa como la educadora del autodesarrollo personal, y universidad francesa como profesionalizante al servicio de la administración del estado.

El reposicionamiento geopolítico hizo crecer las zonas de influencia del imperio francés, España pronto se convirtió en parte del ajedrez político; ya en el siglo  XVIII, el Rey Carlos IV abdica el trono en favor de José Bonaparte, rindiéndose ante las tropas de Napoleón. En esta situación hasta el período de Felipe II se evidencia un acelerado proceso de afrancesamiento de la sociedad, el estado y de la institución Universidad. El “Modelo Napoleónico” mantiene una estructura organizativa de facultades y escuelas con una jerarquía rectoral, la asesoría consta en los consejos de Conciliarios y de Hacienda; la cátedra estaba regida por un plan de estudios, con el apoyo de libros de texto y el uso generalizado del método memorístico. En suma la época de la Ilustración y el aparato del estado de la naciente burguesía, dio impulso a una enseñanza superior de carácter enciclopedista.
* Docente universitario de pregrado y postgrado.

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