domingo, 16 de octubre de 2011

Reflexión de un cuento de negocios de Marianne Jennings


Reflexión del libro: “Un cuento de negocios. Un relato sobre ética, opciones, éxito y un conejo muy grande"

Por: Marcelo Mantilla F.
*Licenciado en Ciencias de la Educación, Especialización Química y Biología
*Doctor en Ciencias de la Educación, Mención Educación Ambiental
*Magister en Docencia Universitaria y Administración Educativa
*Diplomado Superior en Informática Educativa para la Educación Universitaria
*Diplomado Superior en Gerencia con Programación Neuro Lingüística
*Diplomado Superior en Tecnologías para la Gestión y Práctica Docente
*Maestrante del Programa en Ciencias de la Educación
*Docente de Educación Media y Superior
*Consultor Educativo y Asesor de Proyectos de Investigación y de Inversión.

La información que sigue es producto de una reflexión sobre el libro de Marianne Jennings, “Un cuento de negocios. Un relato sobre ética, opciones, éxito y un conejo muy grande”.
Hablar de ética es escudriñar la esencia humana en todas su dimensiones, por eso la autora se inventa un conejo con un solo propósito: perseguir la consciencia del su amo o amigo: Edgar, protagonista de  esta historia, un conejo grande pero invisible a los demás humanos, únicamente presente en la mente y realidad del mundo de su acompañante, un hombre comprometido en poner en práctica la famosa expresión o sistema de valores que su fantasma o pooka le enseñara: “No sería honesto. No estría bien”.
Producto de esta filosofía de accionar en la vida, Edgar, perfila su rol en la sociedad apegado a principios y valores que se vuelven práctica común en su formación humana y personal desde la infancia cuando le apareció su pooka y que lo practicaría hasta cuando se vuelve un hombre próspero en el mundo de los negocios y finanzas, su vida no fue fácil, le rodearon elementos adversos a su convicción desde los compañeros de aulas escolares acostumbrados a copiar desde sus “fichas nemotécnicas” los exámenes escolares hasta la falsificación contable en las grandes corporaciones donde tuvieron la oportunidad de colaborar.
Edgar cobijado por su praxis axiológica fue un modesto colaborador de cobros de peaje, lugar donde vio pasar el tiempo con rectitud y prudencia, con serenidad y tolerancia, mientas sus compañeros de aula rápidamente escalaban puestos ejecutivos en las corporaciones y arribaron a la cúspide del éxito, la realización personal y la gloría financiera sin mirar las circunstancias y las implicaciones que sus malas prácticas le significaría en el futuro: la quiebra, el despido, la prisión.
Jennings, trae como corolario algunos postulados producto de su historia que bien valen analizarlo independientemente:
“La honestidad es un asunto exigente” y tiene razón, en una sociedad mercantilista, vacía de principios y valores que sólo piensa en la fortaleza de lo económico y material, es muy difícil sacar fuerza de flaqueza para vencer las tentaciones de la corrupción y la mentira. Ser honesto ya no es un valor cotizado, al contrario es un sinónimo de lentitud y retardo frente a las oportunidades que la mala práctica comercial y administrativa maneja en la vida diaria.
“Seguir las reglas del juego significa sufrir una contrariedad de vez en cuando”. Si la sociedad impone estándares axiológicos de desarrollo convivencial, que no están apegados a las normas del bien hacer y del bien actuar, se genera un conflicto existencial en las personas que privilegian los valores humanos como una práctica de vida, pues bien lo dice el refrán “o estas con migo o estás en  mi contra” este es el punto de quiebre entre el bien y el mal. Hay que tener la solvencia y fortaleza moral para direccionar los actos humanos en función de la línea correcta que demarca la fina división entre lo saludablemente ético y lo perjudicialmente corrupto.
“Hacer lo correcto, a menudo, implica más trabajo” y se da por la siguientes razones: lo correcto no siempre es fácil, muchas veces hay que enfrentarse contra el sistema establecido e imperante y esa lucha tenaz requiere esfuerzo y desgaste de energías, además mucha voluntad y fuerza de carácter para decir “no” cuando hay que decir “no” y para aceptar lo que humana y socialmente está establecido como norma social y jurídica aceptada.
“Ser ético a veces significa ir atrás en la carrera” pero esto es solo un espejismo, cierto es que los corruptos llegan pronto a la cúspide de sus realizaciones pero es tan cierto también que, mientras más alta es la subida, más dura es la caída cuando no se ha obrado con justicia y con ética en la vida. De manera que la percepción de viajar lento es solo un espejismo de comparación errada entre lo éticamente responsable y lo aceleradamente corrupto.
“Espere siempre una pequeña burla por comportarse éticamente”, es penoso reconocer pero así es la triste realidad con las personas que manejan su vida éticamente responsable: no siempre serán aceptados en los grupos donde la práctica de vida sea la corrupción, el soborno, la estafa. El honesto queda como “tonto” ante la sociedad o el círculo de su incumbencia empresarial o laboral,  motivo de su accionar.
“Ser ético significa que usted tiene que hablar claro”, si se practica el axioma que por la verdad hay que morir, ser ético representará decir y obrar tal cual las circunstancias correctas lo exigen, aun que haya intereses de por medio que puedan quedar trastocados, la verdad siempre brilla al final del camino.
“Alguna veces la ruta ética permite que se presenten las oportunidades” y sería obvio, en una sociedad correcta se practicará acciones correctas, con gente correcta, por tanto, son oportunidades que muy pocas personas tienen acceso. La honestidad premia, y como tal, un hombre éticamente correcto será cotizado significativamente como un elemento valioso en el campo laboral.
“A fin de cuentas quien es ético vence…. y con tranquilidad de consciencia”. Nada más saludable, emocional y espiritualmente satisfactorio que tener su consciencia en paz y tranquila, bien lo dice el refrán: el que nada debe, nada teme. Cuando se obra correctamente hay una paz interior que revitaliza el organismo y le infunde de energías para seguir obrando con consciencia y rigor ético todas las acciones de la vida: el estudio, la familia, el trabajo, etc. etc.
“Las fallas éticas rondan a quienes corren rápido”, la desesperación por alcanzar el éxito es una trampa para lo éticamente responsable, quienes aplican los principios maquiavélicos que “el fin justifica los medios” bien podría olvidarse de los valores morales y principios éticos con tal de arribar a dónde quiere llegar, solo para satisfacer su yo interior, egocéntricamente inflado y vacíamente equilibrado.
“El éxito proviene de hacer lo que es honesto y correcto” y tiene razón, no hay éxito sin sacrificio, pero un sacrificio que premia cuando la praxis de la vida está apegada a principios y valores que justifiquen nuestro paso por la vida siempre propendiendo a ser seres humanos de bien y profesionales de valor en la justa dimensión del bien por el bien a través del tiempo y del espacio.

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