Licenciado en Ciencias de la Educación, Especialización Química y Biología
Doctor en Ciencias de la Educación, Mención Educación Ambiental
Magister en Docencia Universitaria y Administración Educativa
Diplomado Superior en Informática Educativa para la Educación Universitaria
Diplomado Superior en Gerencia con Programación Neuro Lingüística
Diplomado Superior en Tecnologías para la Gestión y Práctica Docente
Maestrante del Programa en Ciencias de la Educación
Docente de Educación Media y Superior
Consultor Educativo y Asesor de Proyectos de Investigación y de Inversión.
EDUCAR EN LA ERA PLANETARIA: LA DIRECTRIZ CONSERVADOR/REVOLUCIONANTE
En la actualidad los cambios son tan rápidos y constantes que apenas queda tiempo para reflexionar sobre el presente porque el futuro está a la vuelta.
Vivimos en la era del caos, entendida como una dinámica difusa en medio de la ilusoria armonía cósmica y universal.
Muchos factores han contribuido para esta vorágine de acontecimientos: la tecnología, la producción del conocimiento, la informática, las comunicaciones, la mundialización, la globalización, etc.
Frente a esta realidad el hombre tiene que cambiar sus esquemas mentales desde la visión conservadora de otrora, con un mundo más calmado, dinámico y equilibrado a un tiempo-espacio agitado turbulento y caótico en la actualidad.
Grandes pensadores fueron tomando conciencia de esta realidad: “Herbert Marshall McLuhan[1] fue el primer autor en hablar del mundo como una ‘aldea global’ y de la humanidad como una ‘tribu planetaria’ a raíz de sus análisis de los medios de comunicación, particularmente de la televisión, en los años sesenta del siglo pasado”
Desde la óptica de Morín, esta era planetaria está caracterizada por seis ejes estratégicos o directrices, y; una de ellas precisamente es la concerniente a lo “conservador/revolucionante” aspecto que se intentará dilucidar en las siguientes páginas.
Para información de los lectores estas directrices son:
· Directriz Conservador/revolucionante
· Directriz para progresar resistiendo
· Directriz para problematizar y repasar el desarrollo
· Directriz para civilizar la civilización
· Directriz para la complejización de la política
· Directriz para la reinvención del futuro y reinvención del pasado
¿De qué se habla en la directriz conservador/revolucionante?
Manzilla[2] (2011) expone en su presentación que “La acción conservadora no es solamente la acción de preservar las diversidades culturales y naturales, las adquisiciones de la civilización que están amenazadas por los retornos y despliegues de la barbarie, sino también la vida de la humanidad amenazada por la degradación de la biosfera y por el arma nuclear”.
Bajo esta premisa, es de fundamental importancia para los pueblos mantener su idiosincrasia, el valor cultural construido a través de los tiempos, esa riqueza antropológica única para cada lugar o comunidad con sus particularidades especiales que le dota del valor intrínseco propio de su dinámica de vida. Conservar el patrimonio biológico y natural es otra de las características del hombre moderno, del hombre tradicional y tradicionalista, pero qué pasa con el hombre postmoderno? Cómo ve el mundo y su contexto? Son estas preguntas las que debe responder el hecho educativo, la educación misma, desde sus diferentes vertientes de pensamientos y de paradigmas sobre las cuales se edifican los modelos pedagógicos vigentes.
La directriz de este eje estratégico es el despliegue de una acción paradójica, porque toda acción conservante requiere del complemento de una acción revolucionante que asegure la continuación de la hominización. Y toda acción revolucionante requiere a su vez, una acción conservante de nuestros patrimonios biológicos, de nuestras herencias culturales y de la civilización.
Este dilema conservador/revolucionante plantea el conflicto de buscar el equilibrio dinámico entre el pasado y la adaptación lógica al presente y al futuro, es precisamente esta dualidad, tal vez irreconciliable, la que confronta al hombre que sopesa la importancia de mantener todos sus bagajes culturales construidos a través tiempo en el desarrollo de la civilización con el hombre postmoderno que intenta ir un paso adelante en el vertiginoso mundo del conocimiento, la ciencia, la tecnología y tal vez, el factor más decisor en este aspecto: la economía con un enfoque capitalista y mercantilista por excelencia.
La vida misma está en peligro conforme avanza la civilización, expresión contradictoria y paradójica. El hombre conservador es el principal mentalizador de la necesidad imperiosa de preservar la vida misma, pues para nadie es desconocido que el mundo está cambiando radicalmente en aspectos de conservación de su biodiversidad, de su germoplasma, la riqueza genética, la reducción de espacios producto de la deforestación, la tala de bosques en la amazonia, el efecto invernadero, problema de orden mundial (también es planetario) que a propósito, muchos países en vía de desarrollo han firmado sus acuerdos de reducción de las emisiones de CO2 en el famoso tratado de Kioto, pero cínicamente los países mayormente contaminadores se niegan a tal compromiso.
Otro elemento que afecta la preservación de la vida es la pobreza, cada vez se incrementan los miles y miles de ciudadanos del mundo que bordean la línea imperceptible de la pobreza crítica frente a la del bienestar ciudadano. Pobreza que es el resultado de las diferentes políticas económicas y de los sistemas capitalistas y neoliberales gobernantes en el mundo occidental.
En la era moderna y postmoderna no han dejado de estar presente los múltiples conflictos bélicos entre naciones, la guerras civiles entre hermanos producto de la perpetuidad de sus gobiernos en calidad de “dictadores democráticos” olvidándose de las políticas sociales para su pueblo y sólo alimentando las fortunas particulares de pocos, aumentando así la gran brecha entre pobres, que son la mayoría y, los ricos en reducidos círculos minoritarios.
Estas son realidades a las que debe hacer frente la educación.
Como venos la acción revolucionante?
“El objetivo de la acción revolucionante[3] es crear las condiciones en las que la humanidad se perfeccione como tal en una sociedad-mundo. Esta nueva etapa sólo podrá alcanzarse revolucionando ampliamente las relaciones entre los hombres y el conocimiento, entre los hombres y la naturaleza”.
El reto de la acción revolucionante será la de revertir la visión catastrófica del mundo como producto de la propia acción del hombre. Entonces entra en escena el hombre revolucionario y/o revolucionante dotado de habilidades de pensamiento para hacer frente a este mundo degradado y degradante.
Transformar esta realidad es el papel de la educación, entendida como un hecho social y, aquí juega un rol protagónico el maestro que, a través de la constante interactividad con el educando busca la formación integral del individuo, un individuo dotado de las herramientas correctas: intelectuales, psicológicas, emocionales, para hacer frente a las múltiples realidades en las que tiene que desenvolverse.
Medeí (2004)[4] expresa al respecto que “No hay otra alternativa, para solucionar los complejos problemas que plantea la era planetaria, que una radical reforma del pensamiento y de las Instituciones, para que puedan asumir adecuadamente el desafío de la ‘complejidad’ como el gran desafío del siglo XXI”.
Pero cómo podemos reformar el pensamiento? El único camino es la educación a través de una buena enseñanza, la misma que se logra rompiendo los paradigmas, cuestionando las formas establecidas de proceder y generando nuevas alternativas de adaptación a la compleja realidad contemporánea.
Al respecto Pierreluss[5] es muy preciso al exponer que “En este sentido, podemos afirmar que no hay verdadera enseñanza sin amor a esa tarea política y a los alumnos; de lo contrario se convierte en una vil repetición que no despierta la curiosidad y mutila la imaginación y la creatividad. El acto de enseñar es un don y una tarea; don porque permite ser partícipe en la construcción de los hombres y las mujeres que requiere nuestra sociedad, en este caso es un privilegio. Es también una tarea porque los maestros hemos de asumirla con alta responsabilidad amorosa. Sin amor solamente habrá una carrera que cursar para ganar dinero, sin amor habrá sólo materias que impartir para sobrevivir. Pero no podemos olvidar, y es la certeza de Morin, que el acto de educar implica un arte y un verdadero amor; el amor despierta la creatividad, y ésta nos vuelve artistas. Amor creativo o creatividad amorosa son palabras que acuña, igual que ayer, toda educación verdadera, más aún en esta era planetaria”.
El propio Morín hace referencia a la escuela como institución para la transformación y asegura que debe ser protagonista de la “enseñanza educativa” por cuanto “...transmitir, no saber puro, sino una cultura que permita comprender nuestra condición y ayudarnos a vivir... ...favorecer una manera de pensar abierta y libre”[6].
La misión de la educación en la era planetaria es fortalecer las condiciones de posibilidad de la emergencia de una sociedad-mundo compuesta por ciudadanos protagonistas, conscientes y críticamente comprometidos en la construcción de una civilización planetaria.
Si esta es la misión de la educación hay que revisar las estructuras de los sistemas educativos que practican las naciones, estos sistemas deben entender que hoy se requiere de un ciudadano localmente comprometido con sus raíces pero sincronizado para actuar en y con el mundo complejo y planetario.
Esta posibilidad de ser “hombre de mundo” ha facilitado la tecnología, la información y el conocimiento, dotándole al ser humano la capacidad de interactuar “virtualmente real” con el planeta en cualquier circunstancia.
El hombre de la era planetaria debe ser un ente que maneje la pluralidad de pensamiento, capaz de entender la complejidad del mundo para poder interactuar con ella, un ser con capacidad transformadora, creativo, dinámico, que conserve sus elementos antropológicos y culturales como parte de su esencia pero que revolucione la praxis social para hacer más llevadera la vida en el planeta, eso significa potenciar las habilidades sociales para una óptima convivencia entre humanos, pasar de la competitividad a la compartitividad, siendo cada vez más justos, solidarios, equitativos, etc.
Un error de la escuela ha sido tal vez su carácter reduccionista, parcializar el conocimiento y no interrelacionarlo como un todo para apropiarse de una visión global de saberes. Hoy se habla de la necesidad del conocimiento transdisciplinario y sobre todo de la revolución del aprendizaje, al respecto Pineau[7] (2007) argumenta que “Esta revolución tiene que comprenderse en dos sentidos, como una emancipación de la enseñanza y como movimiento reflexivo, recursivo, bucle extraño que forma la unidad humana con las diversidades y heterogeneidades no humanas. Emancipación de la enseñanza: la apertura de los aprendizajes a todas las edades y en todos los sectores de la vida, oculta una revolución escondida que explicita, a mi parecer la fórmula. El aprendizaje es visto como el factor primero de la formación humana que suplanta los factores genéticos o sociales vistos antes como sobre determinantes. La función docente no puede sino ser temporal y limitada. El enlace entre los dos es temporal y coyuntural: podemos aprender sin profesor. La autonomización es sin duda necesaria para hacerse adulto, hacerse cargo de la propia vida”.
“La educación planetaria debe favorecer una mundología de la vida diaria, es decir, una conciencia de los lazos entre la vida cotidiana y el mundo, en toda su amplitud y complejidad física y social y en su doble relación recíproca - interformante o deformante- del mundo y la vida cotidiana”.
Bajo estas consideraciones es precisamente Morín quien propone los 7 saberes de educación que son pilares fundamentales para poder entender la realidad postmoderna y dinamizar el proceso social de convivencia entre ciudadanos. Estos saberes son:
· Lucidez
· Conocimiento pertinente
· Condición humana
· Identidad terrenal
· Incertidumbre
· Compresión
· Ética
Saberes que deben ser aplicados en los centros de enseñanza de todos los niveles para actualizar la praxis educativa como posibilidad de supervivencia en el complejo orden y caos circundante propio de una relación complejización planetaria.
Para finalizar es importante recalcar lo que Menchén (2009)[8] afirma: “Los escenarios de la sociedad del futuro están sufriendo continuos cambios y los maestros también están afectados por esta tendencia universal. Las competencias del docente han cambiado, no basta con ser maestro, hay que ser además creativo. El siglo XXI necesita maestros creativos que sepan sacar de sus alumnos todo el potencial interior que poseen. Para ello las nuevas funciones que deben protagonizar los maestros pretenden, de forma sintética, que el docente esté dispuesto a reinventar y a reaprender con sus alumnos y a modificar el concepto de éxito en la clase”.
Como conclusión final dejemos que el propio Morín[9] plantee su referente de ser humano: “El humano es un ser plenamente biológico y plenamente cultural que lleva en sí esta unidualidad originaria. Es un súper y un hiper viviente: ha desarrollado de manera sorprendente las potencialidades de la vida. Expresa de manera hipertrofiada las cualidades egocéntricas y altruistas del individuo, alcanza paroxismos de vida en el éxtasis y en la embriaguez, hierve de ardores orgiásticos y orgásmicos; es en esta hiper vitalidad que el homo sapiens es también homo demens”.
“El hombre es pues un ser plenamente biológico, pero si no dispusiera plenamente de la cultura sería un primate del más bajo rango. La cultura acumula en sí lo que se conserva, transmite, aprende; ella comporta normas y principios de adquisición”.
[1] Almiron, Núria (2003). La aldea del conflicto global. Revista Interactiva. [En línea] disponible en: http://www.almiron.org/otros25.html consultado el 15-12-2011.
[2] Mansilla, G. José Alfredo. (2011). Diseño del trabajo de investigación. Presentación en Power Point.
[3] ibídem
[4] Medei, E. José Antonio. (2004). Las misiones de la Educación para la era planetaria en dos obras de Edgar Morín. Comunidad de Pensamiento complejo.
[5] Pierrelus, Jefferson (2004). Educar en la era planetaria. Revista Cinéctica No 24.
[6] Morin, Edgar. (1999). La cabeza bien puesta. Buenos Aires: Nueva visión
[7] Pineau, Gastón. (2007). Edgar Morín: itinerario y obras de un investigador transdisciplinario. Visión Docente Con-Ciencia. Año VI, No 34.
[8] Menchén, B. Francisco. (2009). El maestro creativo: nuevas competencias. Tendencias Pedagógicas No. 14
[9] Morin, Edgar (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.